Los negros en América Latina
SIEMPRE POBRES, NUNCA TRISTES
Por Emmanuel Ganora
“Las caras lindas de mi raza prieta, tiene de llanto, de pena y dolor, son las verdades que la vida reta, pero que llevan dentro mucho amor”. Mucha razón tenía el compositor boricua Tite Curet Alonso, al concebir “Las Caras Lindas”, canción devenida himno de la negritud latinoamericana y que popularizara la voz acompasada del salsero Ismael Rivera.
Resulta que para conformar los actuales 30 por ciento del total de la población latinoamericana, tuvieron que salir de su continente madre, África, a fin de alimentar los bolsillos de los hacendados en las plantaciones e ingenios azucareros. Y abolida la esclavitud aún se encuentran en la base de la pirámide social con un 40 por ciento del total de la pobreza americana actual. Sólo un par de ejemplos: Según estudios del Banco Interamericano de Desarrollo -BID-, en Brasil el 52 por ciento de los afrodescendientes no tiene acceso a servicios sanitarios adecuados, y en Colombia 8 de cada 10 negros vive en la extrema pobreza.
Es así como durante toda la historia de América Latina, los afrodescendientes han sido los más vulnerables en cuanto a pobreza y exclusión social. Sea en las favelas brasileras o en los boulevares del caribe, los latinos de raza negra han conocido el hambre, el desempleo las carencias higiénicas, sin contar los problemas de discriminación racial con que algunos tratan de minimizar la dignidad humana por el color de piel.
Pero por una extraña razón, los negros deben ser una de las razas más alegre y festiva que conozca la humanidad. Al escuchar el percutir de los tambores, los negros son los primeros en bailar y cantar samba, son, merengue o cumbia. Lo hacen a pesar de las carencias, tal vez porque el negro tiene un desapego a lo material o por simple evasión de la miseria. Lo cierto es que no bien suena el bongó, las tumbadoras, o el repique de las batucadas, la gente ébano son los primeros en dejar sus quehaceres y dar un par de pasos con desinhibición y candencia.
Así lo hemos visto en Chile. Al interior de las salsotecas o en las batucadas callejeras no falta el negro que comienza a contagiar su regocijo a un tímido chileno. Un país que agradece la creciente inmigración afrolatina; si bien Chile pasa por un relativo bienestar económico, según los recientes estudios de la Organización Mundial de la Salud. encabezamos los índices depresión y suicidios.
Deberíamos aprender a los negros a ser felices con poco y nada. Porque mucha razón tenía Tite Curet Alonso en su canción “Las Caras Lindas”: “tienen su ritmo, tienen melodíalas caras lindas de mi gente negra”. Así lo saben quienes han participado en las capoeiras o en los talleres de salsa, en su mayoría impartidos por afrodescendientes brasileros, cubanos, entre otras candentes negruras.
SIEMPRE POBRES, NUNCA TRISTES
Por Emmanuel Ganora
“Las caras lindas de mi raza prieta, tiene de llanto, de pena y dolor, son las verdades que la vida reta, pero que llevan dentro mucho amor”. Mucha razón tenía el compositor boricua Tite Curet Alonso, al concebir “Las Caras Lindas”, canción devenida himno de la negritud latinoamericana y que popularizara la voz acompasada del salsero Ismael Rivera.
Resulta que para conformar los actuales 30 por ciento del total de la población latinoamericana, tuvieron que salir de su continente madre, África, a fin de alimentar los bolsillos de los hacendados en las plantaciones e ingenios azucareros. Y abolida la esclavitud aún se encuentran en la base de la pirámide social con un 40 por ciento del total de la pobreza americana actual. Sólo un par de ejemplos: Según estudios del Banco Interamericano de Desarrollo -BID-, en Brasil el 52 por ciento de los afrodescendientes no tiene acceso a servicios sanitarios adecuados, y en Colombia 8 de cada 10 negros vive en la extrema pobreza.
Es así como durante toda la historia de América Latina, los afrodescendientes han sido los más vulnerables en cuanto a pobreza y exclusión social. Sea en las favelas brasileras o en los boulevares del caribe, los latinos de raza negra han conocido el hambre, el desempleo las carencias higiénicas, sin contar los problemas de discriminación racial con que algunos tratan de minimizar la dignidad humana por el color de piel.
Pero por una extraña razón, los negros deben ser una de las razas más alegre y festiva que conozca la humanidad. Al escuchar el percutir de los tambores, los negros son los primeros en bailar y cantar samba, son, merengue o cumbia. Lo hacen a pesar de las carencias, tal vez porque el negro tiene un desapego a lo material o por simple evasión de la miseria. Lo cierto es que no bien suena el bongó, las tumbadoras, o el repique de las batucadas, la gente ébano son los primeros en dejar sus quehaceres y dar un par de pasos con desinhibición y candencia.
Así lo hemos visto en Chile. Al interior de las salsotecas o en las batucadas callejeras no falta el negro que comienza a contagiar su regocijo a un tímido chileno. Un país que agradece la creciente inmigración afrolatina; si bien Chile pasa por un relativo bienestar económico, según los recientes estudios de la Organización Mundial de la Salud. encabezamos los índices depresión y suicidios.
Deberíamos aprender a los negros a ser felices con poco y nada. Porque mucha razón tenía Tite Curet Alonso en su canción “Las Caras Lindas”: “tienen su ritmo, tienen melodíalas caras lindas de mi gente negra”. Así lo saben quienes han participado en las capoeiras o en los talleres de salsa, en su mayoría impartidos por afrodescendientes brasileros, cubanos, entre otras candentes negruras.
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