30 septiembre 2005


The Great Voices of Gospel: Duke Ellington, que estás en los cielos...
Por: Iñigo Díaz


En estas mismas páginas, en marzo fue publicado un artículo con un título similar. Sólo que el nombre se reemplazaba por el de Charlie Parker. Bird al jazz moderno lo que Duke Ellington al jazz clásico: Nadie está por encima de ambos. Pero cuando Parker piensa en la mecánica de su saxofón alto, Ellington medita en filas de saxofones, trompetas y trombones. Cuando Parker se relaciona en quintetos, Ellington habla en lenguas a través de big bands de dimensiones enormes. Cuando Parker prefiere los clubes malolientes, Ellington estrena obras en catedrales.Parte de sus históricos "conciertos sagrados" llegaron por primera vez a Chile a cargo de uno de los más fuertes coros afroamericanos de base en Harlem: The Great Voices of Gospel, bajo las órdenes del tenor Gregory Hopkins. Catorce voces sin contar la del director, quien conduce "a la Ellington" desde el piano y también se levanta para ofrecer al cielo versos como "Dios es mi guía y mi dirección": Hay tenores que parecen diplomáticos, barítonos de cabellera afro, contraltos de envergaduras impresionantes, sopranos y mezzosopranos que podrían haber salido de los años 50. Mientras un solista canta frente de la Universal Orchestra, en el coro hay elementos que aún se mantienen rezando.Un misterio revelado, por fin. ¿Cómo suena la música religiosa de un compositor que no sigue a Bach sino a sus propios impulsos de fe? "The majesty of God", "In the beginning, God" o "Praise, God and dance", son plegarias al amor supremo, pero además son canciones tremendamente populares. Una fiesta con el ritmo de las ciudades y la piel de color. Como en este último pasaje, donde la solista suelta sus cabellos, levanta al público con insinuaciones y practica una danza de serpiente. Luego, invita a bailar a uno de sus compañeros en medio de una hecatombe de pulsos tribales. Ambos compiten entre quién hace estallar primero la lámpara de lágrimas del teatro con una nota agudísima. Todo es real. Y eso que, se supone, estamos en una iglesia.Lo único que "molesta" de este asunto esto es, finalmente, música de cada domingo en Harlem. Y aquí aparece como un espectáculo enorme y exótico. Entonces uno está en todo el derecho de pensar que las canciones que se conocen en las misas de este país, o del que sea, son pálidas y tibias. Toda la noche se disparan frases en el slang original y fondos swing como "Necesito tu poder", "Dios bendiga a los niños", "¡Aleluya!", "¡Oh, sí!". Una fiesta completa. Entonces, a la salida en el foller, alguien opina: "Así da gusto ir a misa".

4 comentarios:

Roberto Iza Valdés dijo...
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